Consecuencias de la crisis sistémica
Un enfoque desde el ecofeminismo
Durante miles de años, la utilización de recursos y la generación de residuos por parte de la especie humana estuvo dentro de la biocapacidad de la Tierra. Nuestra huella ecológica era asumible por el ecosistema del que formamos parte porque estábamos bien integrados en él. Sólo muy recientemente, con el crecimiento demográfico, el acceso a fuentes de energía abundantes y baratas y la disponibilidad de poderosos medios técnicos para explotar la naturaleza, se ha producido un desbordamiento de esta capacidad de vivir en equilibrio con el medio.
Hoy en día, por poner un ejemplo, más de 80% de la superficie terrestre presenta vestigios de actividades humanas en su suelo. En España, antes se decía que una ardilla podía cruzar el país de punta a punta sin tocar el suelo. Aunque se encuentra a la cabeza de la Unión Europea en cuanto a suelo protegido, la deforestación experimentada por nuestro país a lo largo de los últimos siglos ha sido dramática. En 2015, solo una tercera parte de su superficie estaba ocupada por bosques, de la cual un gran número eran explotaciones forestales, aproximadamente la misma cantidad que de suelo cultivado y pastizales.
Sin embargo, el mundo parece más rico que nunca. Vivimos un crecimiento espectacular de los procesos de extracción de recursos, un aumento exponencial de la producción (energética, industrial, alimenticia…), un avance notable en los medios de transporte y, directamente relacionado con esto, los niveles de consumo y producción de residuos se han multiplicado exponencialmente. Pero mientras miles ganan fortunas, otros cientos de millones se encuentran en la miseria o por debajo del umbral de la pobreza. Según datos de la ONU, el 10% de la población mundial gana hasta el 40% del total.
Aunque en la historia de la humanidad y en la propia historia del capitalismo, hemos vivido el final de otros ciclos sistémicos -con la acumulación desigual de riquezas y fuertes desequilibrios sociales- lo que ahora marca el punto de no retorno es la crisis ambiental.
El aumento de la riqueza de una parte de la población y, por ende, el aumento del consumo de materia y energía y la producción de residuos, ha sobrepasado los límites del planeta y ha abierto las puertas a la crisis sistémica en la que ya estamos inmersos, generando daños irreversibles a nuestra Tierra.
Esta crisis se manifiesta a muchos niveles, unos menos visibles que otros. Existen dimensiones críticas tanto para el actual sistema de producción y organización social, como para la calidad de vida en dicho sistema, incluso para la supervivencia, que en muchos casos se obvian y quedan al margen de la problemática. Tal como hemos hablado al principio de esta Guía, la lectura de la crisis difiere mucho según la persona preguntada, y muchas cosas quedan ocultas. La mirada ecofeminista, como corriente de pensamiento y movimiento social, viene a destapar y posicionarse principalmente sobre las consecuencias «invisibles» que la visión racional y mercantil intenta encubrir, entre ellas la desigualdad de género.
En este sentido, el enfoque ecofeminista relaciona la crisis de reproducción en la vida cotidiana con la crisis de la naturaleza. Busca esclarecer ambas centrando el punto de interés, no solamente en el auge de lo económico, financiero o en el agotamiento de los recursos, el cambio global y el deterioro ambiental, sino también en cómo todo esto afecta a las condiciones de vida de diferentes poblaciones, principalmente aquellas situadas en las zonas más empobrecidas del planeta. Deja a la luz las desigualdades sociales del modelo capitalista, patriarcal y colonial donde muchos derechos (como, por ejemplo, el derecho al acceso a la tierra, el agua y la alimentación) son vulnerados y donde comunidades enteras y culturas milenarias, que mantienen un patrimonio único e irrecuperable, son destruidas.
En resumen, el ecofeminismo es un enfoque crítico que pone sobre la mesa una economía desvinculada de las bases materiales que sostienen la vida, que ignora la dependencia que los seres humanos tenemos de los ciclos, los bienes naturales y unos de otros, impidiendo el acceso equitativo a los recursos naturales y dificultando la posibilidad de que se siga manteniendo la reproducción social. A su vez, como veremos más adelante, asume un compromiso con la práctica y aporta alternativas a una nueva comprensión del bienestar para todas las personas, creando bases sólidas para la construcción de sociedades más acordes con los límites del planeta.